sábado, 31 de mayo de 2008

Ciudadano de la libertad.

Cuando Juan Abreu leyó su diatriba a la isla sentada en las piernas del dictador, corrieron los cubanos quienes accedieron a este pronunciamiento irreverente, con el mismo ahinco con que corren los brigadistas rápidos de la dictadura tras opositores pacíficos y armados tan solo con su dignidad, tras el Sr. Abreu.
A fuer de ser sincero, vivir en este país para mí, es como estar en una especie de claustro vulgar y más irreverente que el mismo escrito de Abreu.
A diario y cada vez más, crece y abunda lo retrógrado, la vulgaridad y el pitorreo. Ayer mismo, me costaba entender a unos estudiantes, quienes masticaban las palabras entreabriendo ligeramente la boca, en un pseudoprorgama para alabar la descabellada idea de enseñar con un televisor, como desganados o faltos de deseos y sobre todo, de dicción. Recién unos días, señalaba a dos personas queridas, el hábito que ni aun ellos notaban, de tocar al interlocutor, desconocido prácticamente o poco conocido. Este mismo mal hábito, padecía el sátrapa, quien no recuerda como en una falta de respeto y arrogación de sabe que derechos divinos se creyó, ponía el brazo o estrujaba según su parecer al interlocutor; hoy a la vuelta de los años, pienso que él mismo necesitaba ayuda para creerse las tamañas mentiras y rocambolescas elucubraciones de la mente ególatra que le regía a traves de un contacto físico. Es escena común, el tono de voz elevado, la conversación casi a gritos de portal a portal, las palabras soeces y vulgares, recitadas como poema de Becquer. No se espera del permiso otorgado, se usa del permiso arrebatado; el cotilleo, el chisme, hacen presa de la gran mayoría, sin otro propósito que desmenuzar la vida ajena en lugar de enderezar o aderezar la propia. La suciedad de la dictadura, luego de tantos años, ha terminado por instalarse a sus anchas, en casas, portales, calles y mentes de muchos cubanos, presas de una cotidianeidad apabullante por el mísero estado de la nación; prosperan actitudes nada deseables para la coexistencia en el respeto, el nacionalismo a rajatabla, propiciado por la dictadura, priva de la mesura y el análisis que ha marcado la gran diferencia con los animales salvajes, terminan queriendo imponer o ser impuestos sin remedio. curioso me parece esto a contrapelo, es pan diario de cada día en lo que escriben aun, los propios cubanos de la diáspora; es la tierra más bella, el cielo más cielo de todos los cielos, el paisaje, hablando de esto último, luego de acceder a toda la amplia gama de material visual de otros lugares del planeta que habito, yo, que he recorrido el monte y la manigüa del occidente, centro y oriente de la isla, me parece lugares hostiles o al menos, descoloridos, ajeno a la vista, aun cuando no haya ni el menor de los peligros, luego de ver las tales bellezas de allende los mares. El arte hecho y otras manifestaciones del espiritu, se les ha querido dar rango de ideología o parte de una, cunado necesariamente, es la expresión de una individualidad en primerísimo lugar.
A menudo me aturde y me cansa el ajetreo y el bullicio, he escogido las noches madrugadas, porque en ellas, puedo hablar conmigo un rato al menos, viajar a la profundidad espiritual, sin ser traumatizado por un estentóreo grito a voz en cuello con estulticias de la vida diaria; la obligada convivencia unos encima de los otros, aun cuando seamos familia fatiga, termina por embotar y ha provocado más de un divorcio o desavenencia brutal.
Faltos de ocupación elevada y embebidos como los primeros homínidos en conseguir que llevar al estómago, se ha perdido el nervio de los trascendente y el alimento del espíritu, gracia distintiva de una sociedad moderna.
Intercambiar lo que es medio y convertirlo en fin de la vida, es otra consecuencia del sistema, la casa, el auto, el dinero, son bienes que si se juzgase por la importancia que se le da hoy, se creyera en su transporte hacia el lugar en que se dirigen según las creencias.
La imposibilidad de ejercer las buenas obras de a propio deseo y propósito, pues la dictadura a fuerza de fingir, trata de mantener la ropa puesta mientras anda con salva sea la parte al aire, conspira igualmente contra la propensión natural del ser humano a ser solidario y contrafuerte del menos afortunado en la desdicha. Nadie llevaría a la práctica la idea que a muchos les ha acudido, al ver la desgracia ajena, de propiciar con otros un cocina popular o cualquier otro proyecto de ayuda a si mismo para crecer en espiritu primero que todo y en proveer al necesitado en segundo; el desgobierno inmediata y expeditamente, reprimiría actos como esos, comunes en otras latitudes donde rige la democracia y son actos naturales y deseables.
La tergiversación en aras de una supuesta supremacia nacional, llevó a rehacer la historia y trastocarla a la conveniencia del dictador, según su particular estado de ánimo, ayer los chinos eran malos, hoy son lo mejor que ha parido tierra de este planeta; se ha manipulado y exaltado la nacionalidad a extremos realmente dantescos.
No entiendo, como alguien puede sentirse a gusto viviendo 40 o 50 años antes de la era de su actualidad, es absurdo; algo parecido al que abandonó buscando prosperar, porque esa es la palabra y no otra, su rincón por la la capital y luego no se detuvo quizás, busco la democracia y la libertad y todo lo que una sociedad moderna no solo en artefactos puede proveer para la realización espiritual, en otro lugar y país. A menudo escucho enraizado, mis raíces; la ultima persona en decírmelo, se sorprendió al verme mirando fijamente sus dos pies, "ah, pues al parecer le ha pasado como la sirenita del cuento, pues veo que tiene una gran movilidad con sus dos extremidades inferiores", ironicé.
Somos nómadas por naturaleza y obligados por el cuerpo y el espiritu a cambiar de lugar, respirar ese cambio y seguir adelante, no se vive recordano, siendo consecuentes, se vive con el propósito y buscando el camino de nuestro futuro hoy, al final, quien mira hacia atrás mientras camina, ¿no tropieza y puede caer? Al final, ciudadano somos, si, pero de la libertad, esa es la verdadera ciudadanía anhelada.

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