miércoles, 9 de julio de 2008

En Cuba, el hábito si hace al monje.

Decido recorrer el camino hasta la oficina de ETECSA que me corresponde, marco en la cola y me apoyo a esperar, a esta altura, las esperas me sirven para educar la paciencia. Luego de un rato por los diálogos en alta voz sobre el último, me percato de que he marcado en la cola de los "fulas", la de gestiones en la depreciada monedilla nacional, es nula, no hay ni un alma para ello. Entre asombrado e incrédulo, entro a lo que voy y salgo; más adelante, repuesto del asombro la mollera cavila sobre lo acontecido, de las conversaciones se ahora, que la cola es producto del cambio de titular en el contrato de los celulares, aquellos contratos realizados por extranjero, únicos autorizados para ello en el período anterior a la liberalización de ese servicio entre otros. Del archivo neuronal o sináptico, extraigo la anécdota leída en un libro, muy a propósito en este suceso; el libro era algo como Gaspar Perez de Muela Quieta, una especie de parodia cubana del Lazarillo de Tormes, muy interesante al principio, chispeante, luego, por el tributo a la dictadura se convierte en otro panfleto, que pena, pero de aquella primera parte, recuerdo la anécdota, un cubano pobre que para engañar a los vecinos, cocinaba en un sartén con un poco de aceite algunas especies, para por el olor, preciarse de buenaventuranza. Como este pobre de la anécdota, vive el cubano hoy exhibiendo celular, aun cuando sea como un viper, mirar y no tocar, no sea que se descuelgue por accidente y me lleve a vender alguna que otra pertenencia; no alcanza para comer, para vestir, pero es importante portar el tal, nos da valor agregado entre el resto de los simples mortales que nos rodean, nos visten de alcurnia, solamente esto.
Y como el otro cuento, puede que nos abra alguna que otra puertecilla para mejorar dentro de la miseria total, al menos eso es lo que justifica o con lo que justifican la incongruencia.

No hay comentarios: